El amor es el conjunto de todos los sentimientos que
construyen un estado de armonía en el que los individuos que sienten este, se
vuelven iguales, desapareciendo así cualquier posible sombra de desigualdad y
sumisión de unos bajo otros. El amor hace posible que la justicia exista, sin
amor, la justicia no sería viable: ella es la balanza que nos descifra el valor
positivo o negativo de ideas inmanentes en las personas o hechos cometidos por
estas. El amor es lo que mueve esa balanza que se balancea hacia lo bueno, en
contraposición con lo malo. Lo bueno y lo malo, son aspectos éticos, estímulos
que rigen nuestras acciones hacia una u otra dirección. Dependiendo de la
persona de la que se trate, va a concebir por ético una cosa u otra. Esto no
conduce a concluir que lo ético es relativo pues aunque cada persona lo entiende
de una manera distinta, lo relativo en todo caso sería el concepto que se le
otorga a “bueno” debido a que entendemos por ético aquello que está bien. Es
difícil, determinar un significado a “bien” pero por mi parte, voy a ofreceros
el alcance que para mí posee ésta comprometida palabra. No concibo lo bueno como algo que contenga
valor en sí mismo, si no que creo que ese valor que pueda tener, se le es
asignado por la suma de todos los individuos, los cuales derivan en este la
responsabilidad suprema de ser el protector de todas y cada una de las
necesidades individuales que están presentes en cada uno de ellos y cuyas
exigencias son imprescindibles para la posible realización de la voluptuosidad
personal. El bien sólo tiene sentido cuando hay más de un ser existente con
intereses. Al existir un amplio conjunto de personas con intereses, en cada uno
distintos, nace el deber de establecer unas pautas que respeten los intereses
de todos y cada uno de los componentes de la sociedad para no darse lugar a la
intolerancia, que ocasionaría la falta de libertad de las personas, al no
respetar esas pautas que permiten a cada cual perseguir su felicidad sin que
esta implique la infelicidad de otras. Estas pautas limitan la libertad que
sería posible comprender como ilimitada si sólo existiese un individuo pues
este no tendría que recurrir a ningún pacto para evitar el conflicto de
intereses. Por tanto, la libertad debe entenderse como la posibilidad de obrar
persiguiendo tus objetivos, sin que estos simbolicen la falta de consideración
por los del resto de habitantes. El bien, no es un fin, sino un medio que
concierne a la ética para alcanzar sin demasiada disputa, los propósitos que a
cada cual atañe. Por último, concluir que para realizar el bien, es necesaria
la presencia de amor entre todos, contemplándonos así los unos a los otros,
como iguales, hermanos que aunque con distintas metas, se ayudan mutuamente a
acercarse a esta. El amor hace posible el bien, el bien hace posible la
igualdad, con la que se lograría unas condiciones idénticas para todos y así poder
adquirir cada cual su felicidad particular haciendo así posible la de todo el mundo
en general. Esto derivaría necesariamente a individuos libres construyendo
constantemente una sociedad justa.
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